Una sirena varada

 Un hada, una sílfide, una sirena varada tierra adentro. Un pájaro al que le han cortado las alas; Ícaro con sus alas de cera derretidas… Madame Butterfly, Manon Lescaut, Margarita Gautier, Violeta de la Traviatta, Madame Bobary, Giselle, Odette, Ofelia Muerta…Todas y cada una…. 

Soy todas y cada una, soy su silencio y su dolor; Sus penas, sus errores, sus arrepentimientos, su locura…Giselle … 

La Novia del Viento que camina sol, sola por los senderos, silenciosa, llorosa…Siento la caricia del aire, el crujir de las hojas secas bajo mis pies, hojas caídas de los árboles en otoño, como hermanas de tiempo y dolor. Quién me diría jamás, siendo una niña, cuál sería mi suerte y mi destino. Entonces, no se tiene idea del futuro, ni del pasado, se vive el presente como un tiempo infinito, sin mesura y sin temor. 

La infancia es como un sueño del que se despierta en la adolescencia para empezar a entender quién se es y qué es la vida. Mi infancia fue casi feliz, feliz e inconsciente como la de la mayoría de los niños, aunque crecí entre salones de danza, ensayos, tutús y zapatillas de Ballet, lentejuelas, tules y gasas. Hubo poco tiempo para juegos y distracciones propias de una infancia normal. 

El tiempo se fue deprisa entre un ensayo y otro, y entre funciones y audiciones, terminó mi infancia y comenzó mi juventud. Dado mi carácter distante y retraído, mi madre apenas tuvo tiempo y ganas de preguntarme por mis deseos y aspiraciones, aunque, de todas formas, poco hubiera podido decir o señalar, siempre fui indecisa, temerosa y vacilante. 

Soy pues esa sirena varada, lejos, muy lejos de su hogar en las profundidades del mar. Madame Butterfly a punto de encajarse la daga y decir adiós al mundo y sus sufrimientos. El cisne negro cantando antes de morir. 

Margarita suspirando por última vez antes de manchar de sangre su pañuelo, Giselle ante su locura, Ofelia ante su río de lágrimas. 

Soy la Novia del Viento…

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